viernes, 13 de marzo de 2015

DONDE NO ESTÁS



No es la primera vez que hablo aquí de Gustavo Martín Garzo, y ahora quiero referirme a la lectura de su última novela, Donde no estás, bastante relacionada con su reciente entrega La puerta de los pájaros (2014).
Volvemos a tener aquí representado el peculiar mundo interior de un adolescente, Ana, que en los años 60, a la muerte de su madre, regresa a la casa familiar -situada en Villalba, un pueblo vallisoletano-, dominada por la portentosa figura de su abuela, que vadeó sin titubeos por nuestra turbulenta historia... la de la guerra civil y sus prolegómenos y largo epílogo.

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Posiblemente el encanto de la historia radica en el punto de vista desde el que se cuenta, el de esa joven que creció alejada de ese mundo, que sin embargo moduló su destino. Y dijo mirada en un sentido muy amplio, ya que se trata de algo más que de un punto de vista, porque es un dibujo mental el que va perfilándose, un cúmulo de percepciones y sensaciones y sentimientos y reacciones ante una realidad tan extraña como perturbadora.

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La casa es todo un laberinto de secretos e historias contadas a medias, entretejidas por el recuerdo y las memorias de personajes tan dispares como Fernanda, la sirvienta, o la tía Joaquina, además de las evocaciones involuntarias de la abuela, las notas de la madre dejadas en un cuaderno, el testimonio de una vieja maestra o algunas fotografías del álbum familiar.
Hay un personaje (del que no voy a hablar para velar su misterio) que planea sobre todo ese mundo, otorgando el sentido último a tantos silencios y temores, o a las fantasías con que se intentan conjurarlos.
He vuelto a ver a la Señora. estaba al pie de la cama y la vi con la misma claridad que otras veces, ya que su cuerpo desprende luz. Recuerda la luz que se refleja en las aguas negras, la luz que hay en los pozos cuando tus ojos se acostumbran a la oscuridad. Una luz que nace de dentro, de lo más hondo, que tiembla y te obliga a mirarla.
Así arranca esta bellísima y honda novela.