Estos últimos días, cuando decidí no dar
palo al agua y dedicarme al dolce far
niente, que aquí en Asturias y en mi caso, significa atender al reino
vegetal, un par de paisanos me avisan de que ESTÁ PROHIBIDO COGER MORAS, que es
mi actividad favorita en estos días finales de temporada, cuando ya las
pretensiones varias están al mínimo y… mayormente porque el año pasado la
colecta fue escasa, de modo que… pretendía resarcirme de la tacañería para con
los amigos (malacostumbrados a que llegase a BCN y, a lo largo del año,
prodigase envases de confitura a tutti
quanti), cuando hete aquí que….
Dos paisanos amigos me avisan de que
está prohibido. Porque los ecologistas (a quienes siempre he respetado) u otros
aducen que… las moras son alimento de… no sé qué aves o reptiles (hay que
cuidarse de las víboras cuando una se interna en las silvas, ¡ojo!)…
Total que yo me he ido entre las
zarzas….
De momento, subsisto. He dejado, eso sí,
instrucciones precisas para que me rescaten, caso de que me prendan los del
Semprona.
De momento, solo he visto moscas
cojoneras mariposeando entre las zarzas. Ni siquiera las temibles avispas
asiáticas, que andan cerca, y colonizan y depredan.
Y, sinceramente, más miedo me da volver
y encontrarme con otros avispones.
La verdad sea dicha.