sábado, 30 de marzo de 2013

CON DURRUTI

                    




LLevo ya casi un mes pensando en esta entrada (y suspendiéndola), porque su título no puede ser otro, y acaso suene excesivamente pretencioso, a priori, pero no hay alternativa.
 Rehago el camino que creía vencido, cuando a finales de febrero viajé a Asturias y a León para hablar de mi novela en distintos foros.




Estuve en León participando de verdad en una tertulia de lectores inspirada por mi amigo Luis Artigue: un nutrido grupo de lectores muy curtidos (iban a enfrentarse después con ls Palmeras salvajes de Faulkner), cuyas impresiones y comentarios y preguntas no cayeron en saco roto, al contarrio. Aún los recuerdo cuando escribo.

                 

La tercera vez que mi amigo Luis Artigue (el gran inspirador de todo) me comentó que a quien también le había gustado mucho mi novela era a Manolo Durruti, sobrino del afamado líder anarquista y mayormente por el modo en que trataba todo el asunto, harto él de leer muchas cosas incalificables, me planté algo mosqueada y le dije que yo, eso, no lo podía contar así como así, que o me lo demostraba o...
Los teléfonos móviles de los que suelo abominar, valen para para que lo valen... Y así Luis Artigue en la mañana de sábado localizó a Manolo Durruti, que andaba cogiendo orquídeas salvajes en las inmediaciones, dado que es botánico y... naturalista (lo que cuadra muy bien con la estirpe).




Quedamos en vernos a media mañana en una cafetería de León, y aquí está la prueba del encuentro.


                   



De la emoción y de lo sucedido iré hablando, con el tiempo.
Ya anticipo que lo que más me conmovió fue comprobar la energía en la gesticulación. Claro que se parecen, en los pómulos y otros rasgos faciales (por no hablar de la boina, sucedáneo de...), pero habría que ver el antebrazo y la mano... al gesticular y hablar de...
Iñaki Hurtagarín
el sociolisto
o... al pasar frente a una Caja bankaria... el Autoservicio.
¡Genio y figura!
Y yo aquí, pendiente de contarlo en extenso.
Gracias!





sábado, 16 de marzo de 2013

DESFACHATEZ

Al tener noticia de lo que está sucediendo en el ayuntamiento de Ponferrada, pensé: ¡Qué desfachatez!.

María Moliner define el término como "desahogo, cinismo, descaro , desvergüenza o frescura: cualidad o comportamiento del que obra sin preocuparse de si lo que hace es lícito o no".

Todo el fin de semana han ido apareciendo más detalles sobre el asunto, que se presta a múltiples reflexiones, desde las más elementales (ya que nadie ha olvidado el caso Nevenka, y el asco que la sola imagen del acosador nos producía, ejemplo perfecto del más rancio especimen de macho ibérico), como que el desfachato atropello  se produzca alrededor del 8 de marzo, Día de la Mujer, hasta otras que fácilmente supondréis.


 De entre todas las reacciones y sensaciones, destaco el envenenamiento que  producía leer las declaraciones del nuevo y flamante alcalde, el sociolisto  Folgueral (bueno, ya no: ha abandonado el PSOE),  recogidas en El País (11 de marzo de 2013, pág. 11) y referidas al plan B de Ferraz-Rubalcaba, asegurando el total acuerdo con la operación, si bien atendiendo a las formas. Dice el susodicho:
"Ellos estaban por la idea de hacer ingeniería. Pretendían que yo dimitiera de alcalde y dejara a alguien en funciones. Entonces se convocaría un pleno para que entrara un nuevo edil [el sustituto del dimitido Ismael Álvarez]. Y a partir de ahí una nueva votación en la que yo volvería a ser elegido."

Es decir, ninguna repugnancia ni rechazo de la operación... siempre y cuando aparentase ser otra cosa...
¡la imagen! (¡la marca!)
Los detesto ilimitadamente cuando apelan a la necesidad o conveniencia de... ¡Seguimos en pleno siglo XVI!

domingo, 10 de marzo de 2013

MEDARDO FRAILE

Con mucha pena recibo la noticia de la muerte, el pasado viernes, de Medardo Fraile. Tenía la esperanza, según habíamos hablado el pasado noviembre, de que esta primavera podríamos por fin conocernos en una de mis previstas visitas a Madrid, una vez él regresase de Glasgow, donde residía desde mediados de los sesenta (impartiendo clases de literatura) y donde murió.



 
Tuvimos un muy reciente trato e intercambio epistolar a raísz de haber reseñado en Babelia uno de sus recientes libros de cuentos, que recupero ahora.



 Antes del futuro imperfecto. Madrid, Páginas de Espuma, 2010. 186 páginas.

 Desde hace ya bastantes años, Carmen Martín Gaite nos fue avisando periódicamente en sus ensayos de la maestría de Medardo Fraile (miembro, como ella, de la generación del 50) en el esquivo terreno del cuento como género literario: de su visión desencantada de la realidad aunque veteada por rachas de humor y de ternura, de su portentosa capacidad para el “diálogo esencial” (y yo añadiría el trazado de los gestos) derivada sin duda de la temprana vocación teatral del escritor, o de la deliberada inclemencia de sus temas, que con el paso (y el repaso) del tiempo linda en ocasiones con el sarcasmo.
Una atinada muestra de todo ello la encontramos en  Antes del futuro imperfecto, libro que en su primera parte recoge una selección de los Cuentos Completos aparecidos en 2004 en el mismo sello editorial, junto con otros cuatro relatos inéditos. Todos versan sobre el mundo de las aulas: colegio, instituto y universidad. Soberbios (e hilarantes, algunos) son los retratos de maestros y profesores: la jovencita señorita Oria y su personal método de enseñar latín, con rosa roja prendida en el cabello; Jenaro Seco, “el hombre que nos daba que pensar”: irónico como Sócrates, algo misógino y con una tan breve como rotunda filosofía de la vida: “mente constante y permanente”; el sustituto Senén Pérez que en la universidad explicaba la España árabe a los estudiantes de primer curso en una “vívida glosa onomatopéyica” y con una pedagogía que “brillaba como alfanje” y alcanzaba la cumbre de la erudición al abordar el peligro almohade, pues, “según algún etimologista, almohade y almohada procedían del mismo étimo y, por lo tanto, en el nombre de aquellos sarracenos anidaba ya la debilidad y la soñarrera que les haría hincar el pico en las Navas de Tolosa”.
Para Carmen Martín Gaite (y para mí), la perla se la lleva Octavio Pedroso en su lección sobre el Desastre. Irreverente, mordaz, imaginativo, algo dado al don de la ebriedad, y tan henchido de “calor histórico” como aterido por el frío de enero (que combate con Daiquiris ingeridos en el escenario de las batallas escolares), él fue “la última víctima del 98”. Para la escritora, bastarían todas las “retahílas poéticas” de este pariente cercano de Max Estrella “durante toda la hora que dura la clase para sacar a hombros a Medardo Fraile por la puerta grande de la literatura”.
En “Centenario” también podemos apreciar ese otro rasgo que destaqué antes: las reacciones de los niños, sus sentimientos condensados en palabras y gestos. O en “Punto final”, que pinta con agudeza la peculiar atmósfera que se genera en una clase de dictado (“Algunos niños soplaban, movían la muñeca o sacudían la mano derecha con aspavientos de cansancio”) y la desolación de don Eloy Millán el día que se atrevió a poner como texto una sentida carta de su cosecha, ante la indiferencia generalizada de los chicos y ese apresuramiento al acabar de corregir, cuando “uno se lanzó al borrador y limpió tenazmente, de arriba abajo, de izquierda a derecha, con posturillas desorbitadas, felinas, contundentes, todo el encerado”, y él se acongoja porque “ni siquiera me han borrado despacio”.
La segunda parte del libro, los “Cuentos del futuro imperfecto” (todos inéditos), ofrece un abanico más amplio de anécdotas y personajes y, en su conjunto, es una muestra muy representativa del mundo narrativo de Medardo Fraile. Hablan de un sillón con historia que al niño que crece entre estrecheces y penurias le permite soñar con ser Espartero o con ser un rey “y disponer de ejércitos a mi mando”; de un divo insólito que un día se posó en el escenario de La Scala marcando el destino de una desafortunada soprano; de la impar aventura de “el Chori” que tanto regocija al juez que le impone condena”; de cómo el amor florece mejor entre una “filosofía de cosas” que inmerso en un clima metafísico-existencial; o de cómo, contra lo esperado, ciertos nombres no fuerzan el destino de quien los lleva: Abel, Melpómene…

                                  

Y para quien queira conocer esta voz impar de nuestra narrativa contemporánea, recomiendo también la reciente recuperación de una de sus novelas, que en su día fue mal editada aquí en España y que se rescató este pasado otoño.




o

miércoles, 6 de marzo de 2013

EL MARSELLA



 





Ya he perdido la cuenta de los bares y locales que he ido viendo caer en Barcelona a propósito de los más diversos factores: desde finales de los setenta en que los Bancos y Cajas arramblaban con los cafés más hermosos (el Bracafé de Laietana, el Luna de Pza. Cataluña...) hasta...
(Ya conté aquí que detesto las listas, pese a su prestigio literario, así que no sigo).
Y no todos han podido renacer como el Velódromo o el Pastís, que es por lo que hago votos, tras leer la noticia sobre la amenaza que se cierne sobre el viejo e histórico e impar Marsella, en el corazón del Raval.


http://deltaskymag.delta.com/getattachment/29aed3ed-d02f-4039-9428-f7defbc386f8/Bar-Marsella-Bar.aspx

      
No voy a ponerme estupenda y disertar sobre su historia, ni sobre su fama de dispensar "la bruja verde", la absenta, pero sí contar que hay una movida especulativa de datos más que sonrojantes, y que ha generado una veloz reacción en la red, hasta el punto de que varios parroquianos asiduos del Marsella usaron la página change.org para pedir apoyo ciudadano y frenar la jugada.
Os invito a secundarlos.

http://www.change.org/es/peticiones/propietario-de-la-finca-del-bar-marsella-y-al-ayuntamiento-de-barcelona-que-se-paralice-su-cierre

Bar Marsella