domingo, 16 de diciembre de 2012

OTRO BARTLEBY

Sabido es que tuve una modesta participación en la nómina de "escritores del No" que integran el maravilloso libro de Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, tal y como quedó recogido en el ensayo "Un tapiz que se dispara en múltiples direcciones", perteneciente al libro Desde la ciudad nerviosa (Madrid, Alfaguara, 2000), donde en la página 221 el autor relata cómo llegó a sus manos el caso del argentino Enrique Banchs.


Hoy, sin embargo, le habría hablado a Enrique Vila-Matas de otro par de bartlebys: dos románticos franceses del círculo de Victor Hugo, que Teófilo Gautier recordó en sus memorias-recuerdos del romanticismo Teófilo Gautier, en el capítulo titulado "El compañero milagroso", donde leemos:

 "Julio Vabre debe su celebridad al anuncio, en la cubierta de las Rapsodias de Petrus Borel, del Ensayo sobre la incomodidad de las cómodas, obra que jamás ha aparecido, y puede reunirse, en los catálogos fantásticos, al tratado De la influencia de las colas de pescado en las ondulaciones del mar, de Ernesto Reyer".



He recordado todo esto porque tengo que ir entrando en materia y propiciando el clima adecuado pra el coloquio sobre 

                                   LITERATURA DE LA EDAD SECA

que Vila-Matas mantendrá con  Lluís Izquierdo y conmigo este Martes 18 de diciembre, a las 18:00h. en el Aula 211 de la Facultad de Filología (Pza. Universidad) y al que estáis cordialmente invitados.

domingo, 9 de diciembre de 2012

UNAMUNO

En la presentación de mi novela El pulso del azar, Nora Catelli destacó la presencia en algunas reflexiones, de libros o textos firmados por escritores que no suelen mencionarse como compañeros de viaje ni pueden adscribirse a la pléyade de los intelectuales orgánicos: Bernanos, Romain Rolland, Unamuno... Expliqué (convenientemente) el porqué, lo que no me apetece repetir ahora.
Lo recuerdo porque ayer sábado Félix de Azúa sacó un extenso artículo sobre Unamuno en El País, "Unamuno, el vencido invicto", a propósito de la biografía que le dedicó Jon Juaristi.


Lo que me alegró enormemente porque justo estos días acababa yo de empezar a lidiar en las clases de Máster con la  Vida de Don Quijote y Sancho (1905). Y como vivmos días muy agitados, insistía en prescindir de algunos arrebatos de don Miguel para centrarse en la vigencia (y valentía) de sus mandatos, como éste fragmento de "El sepulcro de Don Quijote" (1906), que puede leerse como paratexto del mencionado ensayo, y en el que, ante el desánimo (notemos la cronología), alienta:


    En marcha, pues. Y ten en cuenta no se te metan en el sagrado escuadrón de los cruzados bachilleres, barberos, curas, canónigos o duques disfrazados de Sanchos. No importa que te pidan ínsulas; lo que debes hacer es expulsarlos en cuanto te pidan el itinerario de la marcha, en cuanto te hablen de programa, en cuanto te pregunten al oído, maliciosamente, que les digas hacia dónde cae el sepulcro. Sigue a la estrella. Y haz como el Caballero:endereza el entuerto que se te ponga delante. Ahora lo de ahora y aquí lo de aquí.
     ¡Poneos en marcha! ¿Que adónde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchemos? ¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!, y ¿cómo?
    ¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que mientre?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y adelante. ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y adelante. ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!
    [...]
    ¡En marcha, pues! Y echa del sagrado escuadrón a todos los que empiecen a estudiar el paso que habrá de llevarse en la marcha y su compás y su ritmo. Sobre todo, ¡fuera con lo que a todas horas andan con eso del ritmo! Te convertirían el escuadrón en una cuadrilla de baile, y la marcha en danza. ¡Fuera con ellos!