miércoles, 21 de marzo de 2012

FEALDAD (¿MORAL?)

Ha llegado la Primavera...
mi anclaje natural (soy de pueblo) me inclina, si no a emprender grandes emigraciones (en realidad, retornos), sí a pasear.

El pasado jueves leí que PEDRO AZARA daba una conferencia en el Museo Picasso.
No me interesaba el tema (el Museo Picasso), pese a mi devoción por el ensayo de Azara (profesor de Estética en la Escuela de Arquitectura), La fealdad en el arte moderno, que fue premio Ensayo Anagrama hace años (disculpad la imprecisión pero estos libros están en mi zulo del Raval) y que yo citaba y recomendaba en mis (hace años) clases de Estética.




En cualquier caso, hoy llevé conmigo ese recuerdo.
Fui a ver la Exposición "Goya: Luces y Sombras" en Caixa-Fórum.
Si cada vez que voy a Madrid (El Prado), me reservo para él, qué menos que... aquí, al par de casa...
(AVISO: La Expo acaba de inaugurarse. Nosotros entramos puntuales y, a la salida, ya colas kilométricas)...
Aparte, lo mucho que me gusta ese edificio (adonde no voy así porque sí), y el cielo azul...




No voy a "reportar" la Exposición, dado que la selección (espléndida) reúne lo más granado de los dos Goyas extremos: el de las luces y praderas y cielos madrileños de hacia 1780... y el de los caprichos y los sueños (pesadillas) de 1814 en adelante.
Ante las pinturas más negras, volví a recordar una anécdota (un dato) que relata Manuel de Lope en su libro de viajes Iberia, cuando reflexiona sobre cómo el lugar donde un gran hombre vio por primera vez la luz del día expresa de manera más intensa, por lo incierto de lo que iba a ser después su vida, el famoso to be or not to be, que en el estado de calavera es cosa ya decidida y realizada”. ¿Será por casualidad que esta reflexión arranque cuando, en Fuendetodos, el viajero averigua de labios de una lugareña que su abuela, cada primavera, arrodillada junto a un caldero de sangre fresca, frotaba de sangre el suelo de la casa donde vivía? Seguramente no es casual, porque a continuación Manuel de Lope escribe:

… la visita a la casa de Fuendetodos aportaba un elemento profundamente dramático, español y goyesco, y eran aquellos suelos impregnados de sangre. Uno pensaba en la sangre que se derrama en el primer plano de los Fusilamientos. Ciertas cosas pueden tener su importancia en la biografía de un gran hombre y no podía ser la menor haber nacido en un lugar donde los suelos se lavaban con sangre.





Me gustó volver a ver el retrato de Jovellanos (Jovino el melancólico), pautado sobre el de Dürer..... (quizás es indemostrable, pero está ahí: la posición, la inclinación, la cabeza ¿descansando? apoyada en el brazo...


Y otras telas, incluso las más festivas y recordadas.
En cambio ahora, pausa, lentitud, tiempo para los detalles y para leer las explicaciones de los grabados y demás (muy buenas; lamento desconocer a quién se deben). También para fijarse en telas atípicas: "El albañil herido"




Naturalmente, los caprichos (y casi más aún sus "pies"), que leí con detalle.
(Anécdota: Una señara se escandalizaba de la ortografía. Le expliqué (debéis considerar que en catalán no había faltas, claro). Me divertí, tanto como me alegró el niño (diez u once años) que ante el retrato de Carlos IV casi gritó "Tiene un aire al rey". Le expliqué que éste ya era un Borbón (omitiendo la disertación histórica, naturalmente). Y lo hice porque, aparte de la agudeza visual (había más niños con cara de hastío pese a lo muy puestas que iban sus mamis), este crío tenía un lenguaje prometedor.
¿O no?
Se le da un aire a.... decían las viellas
Lo lógico es que este niño dijese, llanamente, "se parece al rey". Pero no: empleó esa expresión casi antigua pero perteneciente al acerbo popular. ¡Qué romántico! Goya lo era, creedme.
(Huelga decir que el niño me siguió buscando, para reivindicarse ante su padre. ¡Qué tierno!
A ver si estos niños que se lo habrán de currar... sueñan o anhelan)
Naturalmente, entre el público había también las abuelas trapisondas: Carlos IV abdicó en Fernando VII... También entrañable.

Pensé, naturalmente, en mis sufridos alumnos de "Ilustración", quienes sin embargo se congratulan de descubrir "a instancias" mías (han de hacer un trabajo) el sugerente ensayo de Edith Helman (Jovellanos y Goya, Madrid, Taurus, 1970 -que trata también sobre las correlaciones entre el pintor y otros escritores canónicos del XVIII-), no menos que el de Carmen Martín Gaite (Usos amorosos en el siglo XVIII, últimamente en Anagrama) y... last but not least
el espléndido racimo (gavilla) de ensayos dieciochescos de José Antonio Maravall (Estudios de la Historia del pensamiento español del S. XVIII, Madrid, Mondadori, 1991), que versan sobre el pensamiento político de Cadalso, la idea de felicidad en la Ilustración, el espíritu de crítica y el pensamiento social de Feijoo, del despotismo ilustrado a una ideología de clases medias: significación de Moratín, la fórmula política del despotismo ilustrado, Idea y función de la educación en el pensamiento ilustrado...

A ellos (pasados y recientes) les dedico esta entrada:

Sólo oygo la voz ronca
Voz del negro cuervo
Murciélago triste
Gavilán siniestro
O de otros iguales
Para mal aguero.


P.D. Entre en la librería del Museo, claro, y adquirí algún librito. Uno de Steiner, que me dejó intrigadísima:
¿Goya visto por Manet?
Os cuento!











Entre distracción y distracción, debo destacar que Goya siempre ofrece algún "dato" nuevo.
Me dejó clavada un capricho bélico ("El dolor de la madre", o algo así), pero no por lo que anuncia el título, sino por la figura de la niña.
Como voy a volver a la exposición, buscaré ese dato, y glosaré la impresión.


GRABADO



Necesitábamos salir al sol y pasear. Nos adentramos en el Poble Sec (tan querido como añorado) y dimos en la plaza de El Surtidor

martes, 13 de marzo de 2012

SOMBREROS

Se avecina otra primavera animada (esperemos).
De momento, las calles y las plazas y las avenidas y los viejos bulevares se van llenando.
El domingo pasado picaba el sol (o cascaba).
Y recordé entonces la más extraña (y hasta pintoresca) manifestación de que jamás tuve noticia.
Me instalo, deliberadamente, en el registro libresco por no desparrarme ahora en evocaciones varias (y recordar, por ejemplo, las no menos pintorescas demostraciones -¡éramos tan cosmopolitas!- que se montaban en la Barcelona de los setenta).
Sucedía en Barcelona, en agosto de 1936, recién encendida la Guerra Civil.



https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhggKeVpSle3xqzI97gEOcAc7UyT2xVGqdK0V4QuFFYjQzSWai9jarAr024wMZbwjIi5ZHu6I0Ukj4wgr_-bEl2jPYLsXmu359acDELPdAEU0U1atag80eHEWTixuU5igtwJcVknXPMv8uv/s1600/buenaventura-durruti.jpg

Un inspirado plumilla de Solidaridad Obrera (tengo pendiente un artículo sobre los excesos retóricos de mis queridos ácratas), un tal Sixto, tuvo la ocurrencia de publicar un curioso artículo titulado “Los sombreros”, donde se leía:

El sombrero es una pieza de la indumentaria, antiestética, innecesaria y reveladora de una presunta superioridad de la mollera que lo sostiene. Las épocas se han sucedido y parece que lo único que separa a los hombres es el copa, el hongo, el flexible y el paja. Los marineros corsarios tocaban su cabeza con un pañolón rojo. El capitán pirata llevaba, además, un sombrero de tres picos, aunque fuera doble bruto y criminal que sus subordinados. La revolución francesa terminó momentáneamente con el sombrero porque la pequeña burguesía temía cubrirse la testa con los sombreros heredados de los aristócratas y por eso inventó la escarapela, hasta que logró dominar al pueblo. En Rusia, la gorra de plato fue artículo de primera necesidad en los heroicos tiempos de la revolución, hasta que a Litvinov se le ocurrió disfrazarse de millonario y montar una oficina burguesa en Ginebra. ¿Cuántos sombreros habéis visto estos días por la calle, camaradas? ¡Ninguno o apenas ninguno! Pues bien; es necesario que el sombrero desaparezca. (Que nos perdonen nuestros camaradas sombrereros, pero estamos seguros que en cualquier otra industria trabajarán con provecho altamente superior para la colectividad). Mientras en la calle no se vean monteras, la revolución será nuestra. Cuando éstas aparezcan de nuevo, habrán empezado las antesalas y los cuchicheos que darán al traste con nuestros propósitos. Tiene una significación histórica muy negra para no darnos cuenta de que es una arma de poder. En cuanto el miedo de la burguesía se aminora, la confianza renace de nuevo y prosiguen los escarnios y las injusticias. El barómetro de la burguesía es el sombrero ¡Guerra a los sombreros!



Pues bien, Sixto consiguió algo inverosímil aquellos días: abarrotar la barcelonesa plaza de Sant Jaume de sombreros, unidos los patronos y los obreros para salvar al gremio. Al día siguiente el mismo rotativo informaba de la protesta y obligaba al ingenioso a disculparse.


¡Cosas!

sábado, 10 de marzo de 2012

APACIBLEMENTE

En literatura hay dos conductas o inclinaciones o prácticas que me disgutan (y hasta irritan): lo epigonal y el manierismo.
Por lo común, no suelen encontarse en la vida real, salvo quizás en las esferas políticas, donde abundan los meritorios (tentados por lo epigonal) y los que mueren de éxito (y por consiguiente exprimen al máximo el clisé forjado hasta desvirtuarlo y volverlo puro artificio: manierismo).
Y sin embargo...
estoy comprobando que tales prácticas se han trasladado al fútbol. Al menos la primera de ellas.
Qué horror comprobar cómo proliferan tantos merenguitos y peporros de medio pelo al jugar contra el Barça. Ya lo he venido advirtiendo toda esta temporada, pero me ha dolido especialmente ver al Gijón alinearse en ese grupo. Siempre hubo cierta fraternidad entre ambos equipos.
Nostalgia de Preciado; aborrecimiento de Clemente (al que sólo he soportado en los legendarios guiñoles del Canal+).
Prácticamente había resuelto desentenderme de todo cuanto rodea la Liga española (llevaba varias jornadas sin atenderla, pero pensaba que con el Sporting... ¡ilusa!)










Por ello (y completamente al margen del resultado) he disfrutado del partido de la Copa de Europa (detesto llamarla Champions League: bastante amenazada está Europa como para borrar su nombre) entre el Bayer y el Barça.
¡Sólo dos tarjetas amarillas en todo el partido! (si no me falla la memoria). Corrección absoluta, respeto a las reglas del juego y a las personas que lo practican, etcétera.... De modoque por esta otra parte, alivio, apacibilidad...
Es de desear que el sorteo de cuartos... ¡ejem!, ¡ejem!



Messi intercambia camiseta con Michal Kadlec ,
martes 14 de febrero de 2012