martes, 3 de marzo de 2009

ZARRALUKI: "QUE TRABAJEN LOS MOTORES".

Salambó es en sí misma una palabra de intensas connotaciones literarias (que ni siquiera osaré enumerar, cuanto menos glosar).
Este pasado lunes día 2 de marzo se dió a conocer el Premio Salambó 2008, un premio distinto, ajeno a intereses comerciales y con un jurado integrado por escritores. En anteriores entregas, no siempre los resultados me complacieron, pero en general los fallos han sido correctos. Y este año celebro que el premio haya recaído en CRISTINA FERNÁNDEZ CUBAS, que acumula reconocimientos merecidos (aunque a lo mejor convenía espaciarlos y mantenerlos en el tiempo, sin tanto "guadianismo").

Pero... hablar del Salambó (espacio entrañable ubicado en el corazón del barrio de Gracia, en una travesía discreta, pegado a los cines Verdi y próximo a una plaza bellísima)
exige hablar de uno de sus inspiradores, PEDRO ZARRALUKI, que últimamente nos deleitó con una novela "ligera" (el humor ha sido desde siempre un prodigio en las páginas firmadas por este escritor), Todo eso que tanto nos gusta (Barcelona, Destino, 2008. 301 páginas).


Recuerdo esa lectura reciente.
Y recuerdo que pensé y escribí:

No es fácil lograr que en un pequeño pueblo del Ampurdán coincidan un viejo arquitecto que huye de Barcelona en busca de un palacio encantado y su hijo, un abogado de mediana edad en proceso de separación matrimonial, cuya madre le ordena ir tras él; una millonaria y exquisita mecenas italiana protectora de jóvenes artistas que vive en una perturbadora mansión con su mayordomo y su cocinera napolitanos; una ex profesora de literatura que acabó cultivando las rosas más bellas tras haberse quedado ciega y cuyo amante esposo –un promotor inmobiliario- no mezquina tiempo ni esfuerzos para leerle novelas (y de las grandes); una joven taxista casi angelical en vísperas de su boda; una tierna prostituta de carretera apresada en las redes de las mafias del antiguo Este europeo; una curtida anarquista que sigue sin reconocer al Estado porque para eso hizo la Revolución y que regenta una destartalada pensión donde no se admiten tarjetas de crédito y donde gran parte de estas criaturas confluyen, amén de otros personajes menores: parientes y amigos de unos y de otros, además de otras figuras necesarias para dar credibilidad y espesor a este rico y divertido mosaico de nuestro vivir.



No es fácil mover los hilos de las múltiples y minúsculas intrigas que van acercando o alejando a esta singular troupe y conseguir que el lector se adentre en este tupido y variopinto retablo humano con tanta naturalidad como aquiescencia.
Un prodigio así de envolvente se logra a partir de una mirada singular y morosa, rica en detalles, repleta de matices y sugerencias, pulcramente atenta a los espacios y a las vidas que éstos cobijan, a la atmósfera y a las sensaciones de todo tipo que dibujan o evocan el vivir. Y, en literatura, todo esto se logra a partir de una voz depurada y cuidadosa, atenta a aproximarlo todo y a dotarlo de sentido.
Porque en "Todo eso que tanto nos gusta", Pedro Zarraluki elabora un delicado canto a la vida y una protesta contra los motores. Y nos habla del amor y del miedo y del fracaso y de la culpa y de los varios lazos terrenales…

De todo cuanto, en la vida, nos atormenta y nos redime.

La frase que titula esta entrada se la debo a uno de los personajes de Zarraluki.
Buscadla y encontraréis muchas otras incorporables, además de ideas, sensaciones, sugerencias...!

Y de paso, buscad Un encargo difícil (Premio Nadal 2005), Para amantes y ladrones, Historia del silencio, o... para quienes anden más escasos de tiempo, los relatos reunidos en un reciente volumen, Humor pródigo: una buena muestra de los distintos registros de Pedro Zarraluki y de su prodigiosa y divertida mirada sobre...

nosotros mismos: nuestro tiempo, nuestra realidad o nuestra (¿triste? ¿patética? ¿grotesca? ¿jocosa? ¿tierna?) historia.

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